¡Oh Reinecita mía, esperanza mía
Y alegría grande de mi corazón!,
Oh Divina Infantita, Inmaculada niña de amor,
Dame hoy tu ayuda, bendición y favor.
¡Oh graciosísima Niña!
Que con tu feliz nacimiento
Has dado un grande gozo a toda criatura del universo,
Has alegrado al cielo y aterrado al infierno.
Tú que como precursora del Sol de justicia,
Trajiste la primera luz al mundo
Y con tus singulares virtudes,
Y por las gracias y dones que adornan tu alma,
Has realizado muchos milagros
A los que con fe y verdadera devoción te rezan,
Tú has otorgado ayuda a los afligidos y necesitados,
Concedido amable consuelo a los tristes,
Restaurado la salud a los enfermos,
Amparado y protegido a los desamparados
Y en fin, has dado alegría a todos;
Por ello, humildemente y postrado ante tu imagen bendita
Te saludo de todo corazón y venero tu santísimo cuerpecito
Y te suplico de todo corazón te dignes benigna ayudarme.
Niña Inmaculada, Niña celestial, Niña mía,
El alma más perfecta y santa que Dios crió.
Señora del Cielo y de la tierra, Reina de los Ángeles
Por el privilegio de tu Inmaculada Concepción
Y natividad dichosa, te ruego:
Desde esa sagrada Cuna donde estas acostada,
Vuelve hacia mi tus ojos llenos de dulzura y bondad,
Y, confiando en tu misericordia,
En tu afabilidad, en tu gran sabiduría y poder,
Y por Tu dignidad grandiosa de Madre de Dios
Y por ser poderosa abogada y mediadora nuestra
Haz que vea cumplida mi desesperada súplica,
Que por ser difícil yo solo no puedo resolver:
(Pedir con mucha fe lo que se desea obtener).
Te suplico, oh amada Niña,
Que te dignes complaciente atender mis peticiones,
No salga yo defraudado en mis esperanzas
De tu venerada Cuna,
Sino que consiga las gracias y los consuelos que te pido.
Bendigo el momento en que naciste,
Oh Divina Infantita,
Dame tu ayuda, dánosla a todos tus hijos,
Renueva nuestro espíritu para que con entrega te sirvamos,
Enciende de nuevo nuestro corazón para que te amemos;
Haz florecer en nosotros aquellas virtudes
Con las que podamos hacernos siempre
Más agradables a tus generosos y bienhechores ojos.
Alcánzanos el verdadero espíritu de la devoción a Ti,
¡Virgen Niña!,
Y el don inapreciable de la perseverancia final.
Así sea.
Rezar la Salve, Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
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